Degradación Ambiental
Independientemente de la posibilidad de una mayor desagregación del concepto de
Degradación Ambiental, aspecto que trataremos con detalle más adelante, aceptamos
en primer término la doble definición ofrecida por Herzer en su contribución a este
volumen en el sentido de que la degradación en sí se refiere a "una reducción de grado
o a un rango menor", o a "cambios en la homeóstasis de un sistema", de tal forma que
hay una reducción en su productividad. Por el lado de lo "ambiental", o el "medio
ambiente urbano", hacemos referencia no solamente a los elementos de la "naturaleza",
el medio ambiente natural o el ecosistema, sino a un medio producto de una compleja
relación, a formas particulares de relación entre los elementos del soporte ofrecido por
la "naturaleza" (tierra, agua, aire, etc) y el ambiente construido socialmente (la ciudad y
sus estructuras físicas, patrones sociales y culturales, etc.). La degradación, en este
caso, hace referencia a la totalidad ambiental: lo natural, lo físico y lo social.
Tal forma de concebir la degradación y el ambiente se aleja claramente de las formas
restringidas de considerar el problema, que emanan de los ambientalistas-ecologistas,
para quienes la degradación opera sobre el medio ambiente natural o sobre el
ecosistema, exclusivamente. Sirve para ubicar al ser humano y sus acciones como
componentes intrínsecos del ambiente y no disociarlo o divorciarlo, tratándolo como un
elemento externo perturbador.
Desde este punto de vista, la degradación, además de ser un concepto eminentemente
social e histórico (ver Herzer y Gurevich, en este volumen), implica, como proceso, el
examen del impacto de lo social sobre lo social, del acondicionamiento social del
impacto del ser humano sobre lo natural, y del impacto de la naturaleza transformada
impacto del ser humano sobre lo natural, y del impacto de la naturaleza transformada
sobre la sociedad.
Una visión de la degradación ambiental urbana (o rural), formulada en los términos
arriba expuestos, trae a colación, de forma explícita, el problema del desarrollo
sostenible y de la sostenibilidad de la ciudad. Además, como examinaremos más
adelante, apunta hacia una conceptualización de la degradación, del riesgo y de los
desastres formulada desde un punto de vista humano-ecológico, a diferencia de las
corrientes "fisicalistas", "sociales" o "sociológicas" existentes, si no dominantes. La
degradación se hace equivalente a un aumento en la vulnerabilidad global de la
sociedad, operando sobre los componentes físicos, ecológicos y sociales discutidos por
Wilches Chaux (1993); el medio ambiente degradado sería la "expresión que resume la
vulnerabilidad ambiental frente a los desastres" (Herzer y Gurevich, este volumen).
A pesar de la aparente claridad en cuanto al significado de degradación, en realidad, el
problema de la definición operativa, los parámetros con los cuales se emiten criterios y
se formulan políticas en cuanto a los niveles de degradación "aceptables" no son fáciles.
Desde un punto de vista purista o absolutista, cualquier modificación o transformación
de los elementos de la naturaleza sería degradación. Hoy en día, difícilmente se pueden
identificar muchos ecosistemas no afectados directa o indirectamente por la actividad
humana.
En vista del imperativo de lograr el bienestar humano es obvio que, a diferencia de las
visiones ambientalistas más radicales, la transformación y la degradación de la
naturaleza son, en algún grado, inevitables. La decisión sobre cuánta transformación se
ha de permitir, descansa en el establecimiento de un criterio sobre qué tipo de
degradación es o no conveniente. Temas como la transformación de tierras agrícolas
altamente productivas en predios urbanos ya ha sido objeto de debates extendidos en
muchos contextos; igual sucede con el represamiento de ríos para la generación de
hidroelectricidad, el entubamiento de ríos "urbanos", la transformación del trópico en
"praderas" ganaderas, o el más delicado asunto del uso de especies de flora en vías de
extinción para fines medicinales (tratamiento del cáncer, por ejemplo).
Entre los criterios que podrían entrar en juego en la fórmula de decisión se podrían
incluir (con referencia al ambiente natural): que la transformación no pone en peligro la
economía o nivel de vida de una colectividad humana en grado mayor que el beneficio
recibido por la misma transformación; que no altera significativamente el funcionamiento
de un ecosistema natural de alta productividad; que conduce a una actividad que en sí
es sostenible a largo plazo con altos niveles de productividad; que no afecta o reduce la
bio diversidad y la complejidad ecológica existente; que una degradación a corto plazo
de recursos naturales in situ (p.e., corte de árboles para la construcción) sea
compensada por su reproducción a mediano y largo plazo. Obviamente, en un contexto
dominado por intereses económicos o de sobrevivencia de corto plazo, hacer efectivos
los criterios 'racionales' se presenta como el desafío más importante en la Gestión
Ambiental.
En el plano de las transformaciones (degradación) que existen o podrían existir con
referencia al medio ambiente urbano (lo social, lo construido) existen otras incógnitas.
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