Amenazas naturales y Antrópicas
Muchos países se encuentran localizados en zonas de complejidad tectónica, en donde
existe una alta actividad sísmica y volcánica que se ha evidenciado en el pasado por la
ocurrencia de sismos destructores, tsunamis y la activación reciente de volcanes.
Igualmente, por lo abrupto de sus regiones montañosas y la acción de agentes
antrópicos, biológicos y meteóricos, tales como las lluvias, los vientos y los cambios de
temperatura característicos de condiciones climáticas extremas, un amplio número de
países son altamente propensos a la acción de eventos severos de erosión,
deslizamiento, aludes e inundaciones (Colciencias, 1990).
Debido a que en muchos casos la población se encuentra concentrada en grandes
ciudades localizadas en las zonas de mayor amenaza o peligro, el potencial de desastre
natural resulta significativamente alto para muchos países.
Degradación Ambiental y Generación de Riesgos y Desastres
Aun cuando desde el punto de vista urbano ha sido común reconocer que el proceso de
degradación ambiental se puede convertir en un detonante de procesos supuestamente
naturales, que afectan el hábitat de los asentamientos humanos, debido a la poca
atención que los expertos en temas ambientales le han dado al tema de los desastres -
quizás por el sesgo operativo de emergencias que durante años se le ha dado a este
tema-, no se ha asociado de manera explícita el manejo ambiental con la prevención y
mitigación de riesgos.
Algunos especialistas ven en el tema hábitat aspectos artificiales del medio ambiente y
no integran a la concepción de los ecosistemas los asentamientos humanos, que bien
pueden entenderse de una manera más holística como socio-ecosistemas y que
podrían permitir una síntesis y una visión más integral de la problemática urbana y
ambiental. Desafortunadamente, algo similar se puede decir de los especialistas en el
campo de la reducción de riesgos y prevención de desastres, que al no integrar a sus
modelos y marcos conceptuales los aspectos relativos al manejo y protección del medio
ambiente facilitan una visión reduccionista e incompleta de la problemática de riesgos y
del hábitat urbano.
En otras palabras, aparte de los llamados riesgos tecnológicos podría en ocasiones
plantearse que muchos de los desastres supuestamente naturales son realmente de
origen antrópico, o bien porque al degradar el medio ambiente se pueden estimular o
incentivar amenazas naturales o porque el aumento de la vulnerabilidad de los
asentamientos humanos incide de manera notoria en la ocurrencia de desastres, a los
que también, aunque de manera desacertada, se les califica de desastres naturales.
En América del Sur, por ejemplo, la zona andina es altamente propensa a procesos de
inestabilidad o deslizamiento, y, por su complejidad orográfica, cuenta con un amplio número de ríos cuyo comportamiento es de régimen torrencial, en los cuales se
presentan continuamente crecientes repentinas y avalanchas generadas como resultado
de represamientos en las zonas altas de sus cuencas. Este tipo de eventos es, en su
gran mayoría, el resultado del desbalance ambiental mediante el cual se degrada la
naturaleza,; pero también se afecta el asentamiento humano. Las cuencas hidrográficas
se deterioran y con ello se interrumpe el ciclo hídrico, se agota el agua, se reseca la
tierra y los cultivos se quedan sin riego.
Procesos de deforestación e incendios han estado destruyendo la vegetación protectora
de los suelos y estabilizadora del clima, causando erosión e inestabilidad de laderas; los
suelos agrícolas se escurren en forma vertiginosa al paso incontenible de las
escorrentías, generando sedimentación de valles, cursos de agua, represas y ciudades
donde sistemas de alcantarillados son colmatados. La destrucción de la vegetación
significa despojar de nichos y hábitats a la fauna; la desaparición del manglar en las
zonas costeras facilita las inundaciones y empobrece la pesca; y el aniquilamiento de
los páramos reduce las fuentes de agua. Los lagos, ciénagas y cursos de agua en las
zonas bajas han estado siendo desecados y terraplenados para habilitar tierras para
habitar y cultivar; la minería ha esterilizado tierras y ha contribuido a sedimentar cauces
y desestabilizar laderas.
Estos procesos en las áreas interandinas son causantes de eventos hidrogeodinámicos
intensos, como deslizamientos, inundaciones y avalanchas que arrasan viviendas, obras
de infraestructura, y generan pérdidas de vidas. Las actividades industriales y agroindustriales
en sitios mal escogidos contaminan ciudades, valles, aguas, vegetación y
atmósfera y pueden llegar a ser serias amenazas tecnológicas para asentamientos
humanos circundantes. La urbanización ha venido contaminando las mejores tierras
agrícolas, pecuarias y forestales y ha generado al mismo tiempo, como consecuencia
de desajustes sociales en la estructura de la tenencia, asentamientos humanos
subnormales en áreas degradadas (Blanco-Alarcón, 1989).
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